El Éxito, La Felicidad y todo lo demás están en donde ponemos nuestra atención:

“Los hombres no le temen a las cosas, sino a la percepción que tienen de las mismas”  – Epictetus

Todos conocemos lo potente que es el cerebro, pero en muchos casos, sobrevaloramos su capacidad. Nuestro cerebro es de hecho capaz de procesar 126 bits de información por segundo, lo que implica 7.560 bits por minuto y cerca de medio millón por hora. Esto parece una cantidad muy grande, pero si tomamos en cuenta que para entender lo que otra persona está diciendo debemos procesar 40 bits de información por segundo, como máximo y de forma teórica, si no tenemos ningún pensamiento en la cabeza ni estamos prestando atención a nada más, a lo sumo seriamos capaces de poner atención a máximo 3 personas al mismo tiempo. Este caso es hipotético, porque está demostrado que el lenguaje humano está conformado no solo por palabras, sino por gestos, señales y, más importante que todo, entorno.

Esto tiene dos implicaciones importantes: la primera es que si entendemos que nuestra capacidad de procesar información está limitada, buscaremos limitar el número de actividades que hacemos al mismo tiempo (si, el multitasking es solo un invento para distraernos y hacer que pongamos nuestra atención en múltiples cosas, consumiendo más información, pero haciendo todo de forma menos eficiente). La segunda es aún más importante, y es que al tener claro a nivel sub-consiente que nuestra capacidad de procesar información es limitada, nuestro cerebro busca identificar en la realidad aquellos factores que para nosotros son de mayor interés, los presenta ante nuestro consiente, y con esta “intención”, el hecho se hace evidente para nosotros a nivel consiente, con lo que empieza el proceso racional de análisis de información, búsqueda de significado de la misma y toma de decisiones. Un ejemplo claro de esto es cuando vamos por una autopista y los carros que pasan a nuestro alrededor son prácticamente imperceptible.  Es solo cuando vemos que un auto empieza a hacer movimientos erráticos o a zigzaguear que lo notamos (nos hacemos consientes de aquel auto, aunque siempre estuvo allí), asociamos aquella situación con otras que hemos vivido o hemos sido programados para ellas (un carro zigzagueando significa un borracho al volante, alguien que perdió el control, alguien hablando por su celular) y buscamos responder automáticamente ante la situación según nuestra programación mental para este tipo de eventos:  reducimos la velocidad, cambiamos de carril o llamamos a la policía. Todo esto, pasando de ignorar a un carro, a notarlo en un segundo y asociar su comportamiento con otros patrones que conocemos, ajustando nuestra respuesta a las reacciones con las que hemos sido programados para este tipo de eventos.

La vida es igual a esta autopista, ya que están pasando a nuestro alrededor tantos eventos, que nuestro cerebro no es capaz de procesar todos aquellos estímulos e información. Por esto, nuestro cerebro solo prestara atención a aquellos eventos para los cuales tenemos algún tipo de pre-programación, ya sea social, religiosa, cultural o familiar. Estamos predestinados a percibir nuestro entorno según nuestra propia programación, lo cual más que un asunto esotérico, es un asunto de sistemas de información: ante la limitación para procesar toda la información a nuestro alrededor, escogemos cual analizar. La sorpresa es que siempre percibiremos aquellas para las cuales nos han programado o para las cuales nos hemos programado nosotros mismos para percibir.

Cuando entendemos esto, es claro que es nuestra “intención” la que decide que información llamara nuestra atención y cual enviara a nuestro ser consiente para ser analizada y procesada. Nuestra intención entonces puede estar guiada por nuestros objetivos principales en la vida, nuestros miedos o temores, nuestras carencias o nuestros deseos primarios. Después de entender esto, debemos entonces analizar nuestras intenciones, ya que es esta la guía o filtro a través del cual percibimos nuestra realidad.

Desde mi experiencia, venimos equipados con múltiplos filtros “pre-instalados” en nuestro cerebro, ya sea a través de esquemas de control sociales (buenas costumbres, religión, políticas de estado, etc.) o adquiridas a lo largo de nuestra vida (miedos, temores de aceptación social, etc.). Estos filtros son los que al final controlan nuestra percepción de la realidad, querámoslo o no. Es solo cuando nos damos cuenta de estos pre-filtros que podemos alcanzar algún nivel de “libertad” al entender que la intención (o dichos filtros), son producto de nuestra propia mente, y como tal pueden ser modificados, con lo que a la vez se modificara nuestra percepción de la realidad que vivimos.

La pregunta obvia siguiente seria entonces como somos capaces de modificar la intención para modificar así nuestra percepción de la realidad? La respuesta tiene tanto de simple como de compleja, y es que nuestra intención sigue nuestro nivel de conciencia, que no es otra cosa que saber que queremos, para donde vamos y porque pensamos como pensamos (experiencias pasadas, filtros pasados, etc.). Esta respuesta no es ni mía ni nueva, ya que ha sido proclamada a lo largo de toda la historia por religiones, filósofos, pensadores y muchos otros. Desde Platón, Jesús, Martin Lutero, Marx y otros miles, todos han llegado a la misma conclusión: la conciencia es el camino a la percepción que tenemos de la realidad y, como tal, en la medida que modifiquemos dicha percepción (la conciencia), mejorara la “realidad” y por ende la calidad de vida.

Para aquellos que han logrado superar el tedio y aún están leyendo este blog, se preguntaran entonces si es tan obvio y tan conocido, porque es tan difícil de lograrlo? Existen al menos dos buenas explicaciones para esto: la primera es que el conocimiento requerido para controlar la conciencia no es acumulativo, es decir, no puede ser condensado en una formula o manual con el fin de que pueda ser reproducido y aplicado rutinariamente; como otras formas complejas de conocimiento cognitivo como la apreciación del arte o la política, el manejo de la conciencia solo se aprende a través de ensayo y error. La segunda explicación es que el conocimiento de cómo controlar la conciencia debe ser reformulado en la medida que el contexto cultural cambie; por ejemplo el conocimiento místico de los Sufis o de los Yoguis que les permitía tener control de la conciencia en su propio tiempo, parecieran inapropiados para nuestro contexto actual.

De este modo, las claves para el éxito y para la felicidad, podrían resumirse en:

–          Definir claramente las metas que se quieren alcanzar, no en términos de objetos o posesiones, sino en términos de habilidades, experiencias y conocimientos que se quieran vivir y adquirir.

–          Establecer los límites que no queremos sobrepasar para alcanzar dichas metas: esto creara un sentido de enfoque al identificar que queremos y que no queremos del proceso de adquirir aquel conocimiento o experiencias.

–          Un proceso constante de entrenamiento de la atención, hacia aquella información positiva que nos refuerza nuestra experiencia y el tipo de situaciones que queremos vivir, ya sea felicidad, éxito, creatividad, entre muchas otras. No nos debe dar miedo no prestar mucha atención a los riesgos y momentos de peligro, ya que nuestro cerebro lo hará de cualquier modo a través del sistema límbico encargado de establecer los riesgos inminentes que corremos y hacernos reaccionar de un modo predeterminado.

–          Si nuestra atención se enfoca recurrentemente en situaciones externas que no podemos controlar, debemos buscar cual de nuestros deseos o metas percibimos que se ven amenazados, ya que siempre nuestra intención (o nivel de conciencia) seguirá nuestros sueños o nuestros miedos… los que sean más fuertes.

–          Finalmente, entender que en un mundo tan complejo, lleno de interconexiones, interacciones, realidades y situaciones paralelas que se dan todas en un mismo momento, nuestra percepción de la realidad, las cosas y las personas no son una sola, o mejor, “no son la realidad”, sino nuestra percepción de esta. Nuestra percepción de las personas no es única ni significa que “así sean ellas”, sino que depende de nuestro filtro (la conciencia). Así mismo las situaciones no son únicas, ya que dependerán que información estamos observando de ella, como la estamos analizando y que estamos concluyendo de la misma.

Para mí, es más fácil escribir de este concepto que practicarlo, ya que mi intención (o nivel de conciencia) aún se enfoca en procesar información innecesaria o banal para el proceso. Sin embargo, la intención me lleva a profundizar en porque percibo las cosas como las percibo y que puedo hacer para cambiar dicha percepción con el fin de hacer mi experiencia mucho más fructífera, feliz y memorable. Ya este es un primer gran paso para mí.

Y para usted, cual podría ser ese primer paso en cambiar la intención y el nivel de conciencia que los pueda llevar a ser más exitoso y feliz?

JUAN FELIPE ARANGO

Twitter: @arango_juan

Leave a comment